Una boca entreabierta, los labios rojos y jugosos, se preparan para saborear una fresa madura. La fruta, de un rojo intenso y salpicada de pequeñas semillas, descansa sobre la lengua, esperando ser mordida. El aroma dulce y ácido de la fresa llena el aire, anticipando el estallido de sabor que está por venir.
Los dientes blancos y brillantes se cierran lentamente, mordiendo la pulpa suave y jugosa. El jugo rojo y dulce se libera, inundando las papilas gustativas con su sabor intenso. La boca se llena de una sensación refrescante y placentera, mientras la fresa se deshace lentamente.
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