La bomba atómica, un arma de destrucción masiva, liberó una energía devastadora a través de la fisión nuclear. Su uso en Hiroshima y Nagasaki en 1945 marcó el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero también inauguró la era nuclear.
La explosión inicial generó una onda de choque y calor intensos, seguidos de radiación mortal. Las consecuencias a largo plazo incluyeron enfermedades por radiación y mutaciones genéticas.
El desarrollo de la bomba atómica provocó una carrera armamentista nuclear durante la Guerra Fría, con la proliferación de armas nucleares en todo el mundo. A pesar de los tratados de no proliferación, la amenaza de una guerra nuclear persiste, lo que subraya la necesidad de la diplomacia y la paz.
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